El desafío de crear la plataforma digital para la Convención Constitucional

Me parece que en el Área de Desarrollo de Ucampus tenemos el recuerdo vívido sobre cómo inició esta historia. Fue el viernes 5 de noviembre cuando nos contactó el Prorrector de la Universidad de Chile, junto con el Vicerrector de Tecnología. Había llegado una solicitud desde la Convención Constitucional, requerían el desarrollo de un software y el plazo era muy corto: con urgencia debía estar disponible para las próximas semanas.

Lo conversamos con Javier Villanueva, Director de Ucampus, y llegamos a la conclusión de que era interesante participar. Claro, no existiría rédito político, sabíamos que no había presupuesto y era un alto riesgo; pese a ello se veía atractiva la idea de crear una plataforma que conectara a todo el país.

El domingo 7 le dijimos que sí al prorrector y al día siguiente comenzamos con reuniones, donde nos comentaron que la gente debía tener derecho a presentar propuestas que serían discutidas, al igual que las propuestas de los convencionales, pero que antes debían recolectar 15.000 firmas. Cada persona podría presentar siete propuestas y apoyar siete iniciativas.

Para esta tarea se necesitaban desarrollar sistemas y otros subsistemas… de hecho, después supimos que la gente necesitaba estar registrada de alguna forma.

El primer paso fue pensar cómo íbamos a abordar esto de una manera rápida y eficiente. La respuesta fue identificar qué cosas ya teníamos resueltas: nuestro núcleo de Ucampus. Nuestra plataforma, donde hemos trabajado hace más de 20 años es como un sistema donde se van enchufando módulos, los que cumplen un objetivo específico. Entonces, la tarea se volvió crear un módulo principal, el que se volvería el de Iniciativas Populares de Norma.

Para poder llegar a la página, las personas tenían que registrarse, en la medida de que el llamado era que tener una gran convocatoria, consideramos que la forma sería a través de Clave Única o con el Número de Serie, labor que tuvo su lado en desarrollo, pero que también exigió contactar a otros equipos y buscar su colaboración para que esto resultase.

Con eso ya resuelto aún quedaban otras tareas, una de las dudas más importantes era cómo íbamos a dar abasto a la numerosa carga y posibles ataques que se esperaba que tuviese la plataforma.

Había una tarea delicada, donde recurrimos a una asesoría de seguridad. Solicitamos validar toda la plataforma, buscando las vulnerabilidades. Nos aseguramos de que cumplieran con el estándar necesario para un mecanismo de estas características a nivel nacional.

Mientras, para soportar la carga, y en términos de seguridad, nuestra solución fue dividir en dos el sitio: uno estático, como una foto donde, al igual que un diario, mostraría de forma periódica qué estaba sucediendo en la plataforma. Mientras, el otro calculaba de forma constante los cambios, por ejemplo, subir propuestas o los nuevos apoyos. Esta estrategia demostró ser muy efectiva, evitando sobrecargar el espacio dinámico donde se estaban desarrollando los cambios y presentando otro lugar donde los usuarios podían revisar una a una las propuestas, sin temor que el sitio se cayera.

Así llegamos a enero, donde ya todo el mundo conocía la plataforma de la Convención. Empezó a salir en los diarios y llegó a tener más de 2,8 millones de apoyos.

El peak de visitas llegó el martes 1 de febrero a las 22:00, con 40.276 personas conectadas simultáneamente. Nuestra arquitectura funcionó de forma perfecta, aguantó la carga y, bueno, no tuvimos problema. Sobre todo porque en la parte dinámica del sitio, que es la que recibe la carga más pesada, no permitió que la gente se saliese de la regla ya antes impuesta: siete apoyos como máximo.

Nuestro aporte continuó con los Cabildos y la Consulta Indígena, pero nuestro último aporte se relacionó con la cantidad de datos que se habían generado a partir de este mecanismo. Era información sensible, por lo que su tratamiento delicado y había mucho interés por acceder a ella. Lo que hicimos fue compilar toda la información y buscamos a quién podríamos entregarla. Lo normal hubiese sido la de la Unidad de Archivos de la Convención, pero, como es una institución volátil, eventualmente iba desaparecer. Finalmente, nos pidieron que los datos pasaran al Archivo Nacional de Chile, donde permanecerían protegidos como un evento histórico para el país. Luego, borramos todo registro del proceso en nuestro sistema.

Lo que sí quedó para nosotros fue una gran cantidad de aprendizaje y experiencia. Vivimos cómo era trabajar con una estructura rígida, lo que coartó nuestra libertad creativa, pero a su vez, nos dio desafíos.

Lo cierto es que sí, no deja de ser anecdótico cómo un sistema nacido desde una universidad, para una facultad —con el trabajo que hemos desarrollado durante los años— demostró la estabilidad necesaria para dar espacio a una convocatoria de participación a nivel nacional.

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